Entre 1960 y el día de hoy.

3 octubre, 2015 § Deja un comentario

«… Pero si un día, en alguna de esas empresas insensatas que se repiten con intervalos de siglos, la desesperación forzara las puertas del éxito, quizás el sortilegio quijotesco quedara roto, y la triste figura volviera a transformarse, rejuvenecida, en la campeadora de antiguas gestas»

Estas palabras – escritas en 1940 – fueron eliminadas en 1962. Hoy no resultan siquiera inteligibles. En 1962 «no había medio de sostener ya, ni siquiera bajo su forma conjetural y cautelosa, la esperanza de un futuro nacional expresada en tales palabras». Pero vivimos en este año sin Dios de 2015 y hemos de seguir respirando. Alguien pudiera encontrar indicación en aquel mismo escrito del año 40 para buscar un modo suficiente de resistencia.

«Tiempo hubo en que, para salvar los valores del espíritu, los hombres cuya vocación era servirlo, creyeron obligado retirarse al desierto y hacer penitencia: el monacato y su obra secular sería más tarde el fruto maduro de aquel precoz impulso anacoreta. Semejante es la ocasión de asco y de ardiente desvelo que proporciona hoy el teatro del mundo a las almas lúcidas, aunque difieran tanto las condiciones del escenario social. El anhelo de salvación bajo una nueva forma de vida no podría concretarse ya en movimientos  de tipo análogo, y hasta cabe dudar de que en el seno de la realidad presente subsista alguna efectiva posibilidad de retiro. Merecería, sin duda, consideración de ridículo disparate cualquier propuesta que sugiriera a los intelectuales el modelo de la ermita o del cenobio; pero tiene un sentido también indubitable el remitirse a los ejemplos de aquella otra gran crisis histórica en busca de confirmación contra el desfallecimiento en la angustia de la que nos ha tocado vivir.

Pero ¿qué otra cosa les corresponde a los intelectuales, ni qué otro remedio les queda, sino ser con ahínco, ahora como siempre, aquello que son? No les cabe ni apoyar partidos, ni suministrar recetas, ni brindar panaceas, porque ninguna manera de arbitrismo les conviene. Todo lo que pueden hacer es aferrarse al rigor de su vocación, abandonando cualquier perspectiva práctica; esforzarse sin descanso por hallar, en medio de la crisis y a favor de su coyuntura, el sentido de la realidad histórica en que se encuentran implicados, y desde el centro de esa realidad pensar los temas eternos con sinceridad implacable, mantener viva, en incansable clamor, la demanda por el destino esencial del hombre; persistir con obstinación desesperada en su peculiar misión, confesando y pregonando el espíritu, invocándolo sin tregua, sin fatiga, hasta tanto que el curso de los acontecimientos les ofrezca una nueva oportunidad para su siempre difícil y precaria instalación entre los hombres; y así, prepararse mediante un disciplinado ascetismo mental a recibir el mensaje de los valores absolutos capaces de salvar la cultura, en el instante preciso en que el giro de la historia les permita entreverlos.»  (Franciso Ayala. 1940)

Pero tampoco son ya inteligibles estos términos. El mundo asolado no concede aspiraciones metafísicas. ¿De dónde tomaremos la potencia mínima para seguir alentando?, ¿de qué modo preservar las ruinas – si las hubiere – de la condición antropológica?.

La perspectiva hispánica

23 agosto, 2015 § Deja un comentario

Abro los borradores que acabaron como entradas abortadas y encuentro la siguiente anotación que parece ser una cita. No sé quién es su autor, aunque me parece que le encaja bien a D. Francisco Ayala. A su vista recuperan estas páginas su valor inicial de libreta de trabajo.

«…podemos decir nuestra palabra con igual derecho y tal vez con mayor acierto los pertenecientes a la gran rama hispánica, forzada desde el Renacimiento, por la fatalidad del proceso histórico-cultural, a una posición pasiva y subordinada que, en compensación, la exime de cargos graves en al actual catástrofe, y le deja la conciencia hasta cierto punto despejada.

(…)

¿Cómo ha podido llegarse a semejante situación? ¿Cómo nos hemos vuelto extraños, ajenos hasta ese punto para los demás miembros de la cultura occidental? ¿Por qué hemos sido relegados a su periferia?

…la Reforma…como signo de un fenómeno cultural plenario. (…), pues antes de Lutero había conocido la cristiandad repetidas herejías, y varios cismas de la Iglesia, sin que por ello llegara a sucumbir la comunidad de los cristianos. En cambio a consecuencia de la Reforma, puede – ya a mediados del siglo XVII – emitir Cromwell en unos de sus discursos estas apreciaciones: «Porque, en verdad, vuestro gran enemigo es el español… Es así naturalmente por razón de la hostilidad que en él hay contra todo lo que sea de Dios… con Francia se puede hacer la paz; con España, no, que es un Estado papista…» (…) No se distingue por confesiones en sentido estricto (con Francia, también católica, se podían, sin embargo, concertar paces) sino por naciones. El enemigo era el español, no el papista.

Estamos ya, sin duda, en presencia del espíritu totalitario.

Para llegar a eso, era necesario que la ruptura cultural del Occidente, se hubiera hecho definitiva. La vieja Cristiandad se encuentra separada ahora en unidades políticas independientes. (…) Las naciones se van extrañando unas de otras. (…) Si el proceso de diferenciación nacional fuera estudiado al detalle, como es hora de hacerlo, se alcanzaría un esclarecimiento satisfactorio del concepto de nación, siempre dudoso y turbio. A falta de ese estudio retengamos provisoriamente los siguientes datos.

1. Formación, dentro de la comunidad europea, de Estados soberanos – es decir, de Estados cerrados en cuyas manos se encuentra la instancia política decisiva…

2. Consiguiente pérdida de significación política primordial de la Santa Sede y del Imperio.

3. Desaparición del complejo jurídico unitario (…) el derecho de gentes aparece bajo figura un derecho internacional cuya positividad – volatilizado el viejo derecho natural en una pura validez desprovista de vigencia – se apoya en el convenio y tiene como sola garantía la comunidad cultural de las partes, cada vez más deleznable.

4. … politización de la cultura.

5. Abandono del latín….

6. Cultivo del saber en ramas nacionales…

7. Debilitamiento progresivo de los estamentos y ascensión político-social de nuevas clases (burguesía y, después, proletariado) formadas de hecho y pese a cirscunstanciales ideologías, en ideales nacionales diversos.

A estas notas podrían añadirse otras muchas….»

Anarcocatolicismo (y 3)

19 noviembre, 2013 § Deja un comentario

Hace algún tiempo que reclamo ese título. Siempre que me piden una definición en una palabra o, a lo sumo, en modo de consigna. Pero serían infinitos los matices a añadir, tantos que pudiera suceder finalmente que hubiera de revisarse el término.

Dejo unas líneas de un viejo texto escolar procedente del maestro F. Ayala:

«La dirección liberal del pensamiento económico culmina en el anarquismo. Smith había aconsejado que el Estado se mantuviera aparte de la economía, reducido a sostener el orden jurídico. La posición anarquista va más allá: pretende la supresión del Estado, por considerar su mera existencia como perturbadora. La gran figura del anarquismo en economía es el francés Proudhon, temperamento conservador, cuyas posiciones, argumentos y tesis más bien que preconizar una destrucción en el sentido del anarquismo práctico que vulgarmente conocemos, reivindican, como ideales, las condiciones de vida de la Edad Media, en la cual no existía el Estado soberano, que sólo a partir del Renacimiento hace su aparición en la historia de nuestra cultura occidental. Proudhon sostiene la idea del orden natural; proclama el valor de la familia, el valor de las células sociales primarias y espontáneas; se muestra afecto a un cierto tradicionalismo y – como solución política – propugna un federalismo anarquista, es decir, una comunidad constituida por pequeños núcleos sociales, vivos, ligados voluntariamente y combinados entre sí. Pero su pensamiento, muy rico, se formula a veces mediante expresiones violentas como la popularizada sentencia que proclama: «la propiedad es un robo», reacción de un hombre de sensibilidad frente al estado de miseria que el proceso de la revolución industrial había ocasionado en una parte considerable de la población»

(Francisco Ayala)

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